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domingo, 28 de noviembre de 2010

CRONICA DE UN ASALTO A UN BANCO (VERSIÓN COMPLETA)

CRONICA DE UN ASALTO A UN BANCO


Leí un libro cierta vez , EL TELAR DE LA HISTORIA, donde la idea central era justamente esa.
La Historia es un enorme telar que va entretejiendo el devenir y que las fibras a tejer la componemos nosotros, los hombres y nuestros actos. Así, desde comerse un asado, (me siguen gustando las utopías), hasta portarse heroica y valientemente en un combate que puede cambiar el esquema de una sociedad, para este enorme telar son sólo fibras que va entretejiendo según un diseño que nadie hace o todos hacemos sin darnos cuenta. Por  eso es imposible, según ese concepto los viajes en el tiempo, sobretodo al pasado. Si tal cosa fuera posible y el que viaja no puede comerse el asado que trascurrió en un pasado remoto, faltaría ese pedacito de fibra y todo el diseño se iría al carajo. Y el presente de donde, teóricamente siempre, hubiera salido ese viajero, al regresar de su viaje sería completamente distinto al que dejó al partir. La cosa cambiaría si pudiéramos ir hacia el futuro. Como nuestro presente es el pasado de ese futuro estaríamos en condiciones de hacer, o no hacer tal cosa y se volvería a cambiar el diseño. Pero dejemos todo este relajo teórico para los que realmente saben de estas milongas y terminemos aquí nomás la payada.
Lo importante es la idea del telar y de cómo, sin darnos cuentas nuestras vidas y hechos se han ido entretejiendo y sólo ahora, ya trascurrido el tiempo y llegado que nos ha la veteranía, (odio decir la vejez), podemos pararnos y cogoteando un poco mirar para atrás y ver el diseño que salió (LA HISTORIA). La anécdota, intrascendente para la HISTORIA UNVERSAL, ( en la cual no nos darán ni una jodida frase), del asalto a un banco. Más precisamente a la agencia de un banco donde yo trabajaba.
Pido perdón por anticipado pues varias veces me van a ver hablando en primera persona. Espero que a nadie se le ocurra pensar que me quiero dar cartel de nada, pero represento una pequeña fibra que descubrió, casi por casualidad su lugar en la tela tejida y logró reconocer alguna que otra fibra que por supuesto tiene más significancia que yo. Fin del prólogo.
Algunos datos personales a tener en cuenta para entender algunos hechos posteriores. Tenía en esa época  unos 24 carnavales, recién casado, con un bebé de meses, al que arrastré al exilio años después y que ya hombre pudo cumplir lo que yo no, y hoy volvió al pago donde nació para quedarse. ¿Ideología?. La que se desprendía de la iglesia protestante donde militaba, (ya se me escapó la palabreja). Obviamente anticomunista y anti todo lo que oliera a comunista y aproximaciones, que en  ese momento lo sentía como el olor del azufre saliendo del mismo infierno. Tenía también instrucción militar. Cabo de Reserva en el arma de Infantería. Que me sirvió varias veces para zafar de situaciones comprometidas. Mao decía que para vencer al enemigo hay que conocerlo mejor que a uno mismo. De modo que sin que fuera algo planificado, excepto por el dichoso telar, aprendí desde adentro como funciona el sistema. Conociendo algunos vericuetos  de la infraestructura económica a través de mi experiencia bancaria, de la superestructura ideológica a través de la iglesia y de la función reservada a las fuerzas armadas dentro de la estructura de clases de la sociedad. Por eso, y cuando el telar de la historia así lo quiso, cuando me encontré con un tal Carlos Marx no necesité de ningún catequista o partido politico que me diera línea y así es hasta hoy. Y que me hizo ver como en mi vida, la hilacha que conforma la tela de la historia, me he entrecruzado varias veces con la organización de los “fabricantes de baldosas” que hicieron el retiro en la agencia donde trabajaba a la sazón.
 Pero vayamos a la anécdota que hizo disparar todas estas cosas.
 El hecho es real. Sucedió hace más de 40 años, justamente para estas fechas, 22/23 de noviembre. Y me toco participar en vivo y en directo.
Trataré de no dar datos identificatorios. Nunca fui buchón y no voy  a empezar ahora que estoy por una pa´salir.
En ese momento estaba detrás del mostrador de la sucursal asaltada y a pesar del cagazo recuerdo algunos datos que, tiempo después nos hacían morir de risa.
Eran los años en que una organización, conocida solo por los elementos de inteligencia de la policía y totalmente desconocida para nosotros los de a pie, había decidido, para poder llevar adelante su actividad hacer “retiros” bancarios sin mucho protocolo y obviando todas las instancias burocráticas como por ejemplo tener abierta una cuenta para poder hacer retiros como dios manda.
La agencia de marras estaba situada en la periferia de Montevideo. Se podría decir semi-rural. Sus principales clientes eran viñateros y bodegueros. Acotación al margen: los útimos viernes de cada mes hacíamos una comilona, (ah, lejanos tiempos en que se podía), donde el gerente demostraba que como gerente era un gran cocinero. Y por supuesto, se invitaba a algunos de esos clientes bodegueros que por supuesto traían la noble bebida. Que no era la que comercializaban por supuesto, de tal forma que, una vez al mes por lo menos chupábamos del bueno.
 La agencia era una casa común y corriente acondicionada para funcionar como banco. A su izquierda vivía un cobrador de UTE. A los fondos de la casa del cobrador un carpintero dedicado a hacer barriles para vino. A la derecha una ferretería y barraca que vendía insumos para la construcción. Descripto el entorno vamos al hecho en sí.
El día anterior habían venido dos integrantes de la organización a vichar el ambiente. Hacer inteligencia dicen ahora. Con el cuento de querían poner una fábrica de baldosas en la zona nos pidieron la lista de casas para alquilar. Los atendió el cajero. Un niño bien de la alta sociedad que era tan inútil que decidieron “tirarlo” en esa agencia a pesar de ser sobrino del vicepresidente del banco. Hojearon la lista, (y no solo la lista), y el más petiso que apenas sobresalía la cabeza por encima del mostrador se despidió muy amablemente diciendo: mañana vuelvo con mi socio. Y cumplió con la palabra dada. Sólo que vino con otros tres socios.
 Yo era el operador de la máquina de contabilidad,(las computadoras electro mecánicas de aquella época y, detrás de la caja y por la ventana veía todo el panorama exterior. Detrás de mí una puertita que daba a un galponcito donde se almacenaban archivos y era el lugar donde hacíamos las comilonas. En ese momento estaba afuera el milico que hacía la custodia con revólver y sable conversando con un botija del barrio. El milico en sus horas libres se ocupaba de arriar ganado y a veces caía de a caballo y con ropa de trabajo a charlar con nosotros. En ese momento miro por la ventana y veo a uno de los “socios” fierro en mano desarmar al milico y traerlo como chicharra de un ala, a él y al botija adentro de la agencia. La puertita a mis espaldas estaba apenas entreabierta y hasta el día de hoy se como pasé como una bala para el fondo a través de la pequeña rendija. Días después, ya más tranquilo intenté repetir la hazaña pero fue todo al cuete. Gordo como estaba necesitaba toda la puerta abierta para pasar y más  a velocidad de cagazo como en ese día. El asunto es que una de las medidas de seguridad era una escalera que se dejaba siempre apoyada en la pared que hubiera permitido pasar a la ferretería y dar las alarmas correspondientes.
 El portero jamás limpiaba, que era su función. Menos, el galponcito del fondo, excepto el día de la “comilona”. Supongo que ya estarán calculando lo que sigue. Las leyes de Murphy son insoslayables. Ese día al desgraciado le atacó por la limpieza y se olvidó de poner la escalera estratégica en su lugar. Así que quede atrapado y sin salida.
En eso siento la voz de otro de los socios, aparentemente el que estaba al mando, dar una orden: ¡ANDA Y LIMPIALO AL PETISO ESE! El petiso por supuesto era yo. Y la voz de un compañero de la agencia respondiendo: ¡NO LE HAGAN NADA QUE TIENE UN BEBE RECIEN NACIDO! Calculando, con esa frialdad que no sabemos de donde nos brota en momentos límites, y previendo que entrando de sopetón me ligara un cuete gratuito, les grité casi como una orden ¡VENGAN A BUSCARME QUE ESTOY DESARMADO! Vino el otro petiso. A quien por ser tan petiso yo no me había percatado cuando inicié el raje que ya había pasado al otro lado del mostrador y estaba prácticamente a mis espaldas. Traspiraba copiosamente, y no muy amablemente me puso el 38 special, caño de una pulgada en la nuca, y suavemente me dijo ¡ENTRA HIJODEPUTA! No olvidaré mientras viva esa cara. Y me llevó como gurí p´al colegio para adentro de la agencia. Nos metieron en la gerencia y el que vigilaba la puerta nos mantenía encañonado con una hermosa Lugger 7,65. La escena era de película. El botija se puso a llorar a los gritos del susto. El que lo trajo junto con el milico dejó el fierro, se sentó al lado y lo tranquilizó hablándole suave y no sé de donde consiguió un vaso de agua. El botija se calmó. El gerente se había quedado petrificado y no respondía al requerimiento de los muchachos para que aparecieran las llaves de la caja. En eso estábamos cuando llego el empleado de una de las empresas de la zona que todos los días depositaba la recaudación. Era un morocho grandote con alguna temporada encanutado y siempre listo para la piña. Traía la bolsita con la guita todos los días camuflada de distinta forma por seguridad. Ese día venía con una carretilla de leña y entre los rolos, la guita. “Estacionó” la carretilla, sacó la bolsa y encaró para la puerta. El “portero” ocasional le abre la puerta , le arrima la Lugger a la cabeza y le dice : ¡ ENTRÁ QUE ES UN ASALTO!. Y el morocho, sin darle mucha pelota a la pistola que tenía casi en las narices, cerró el puño y haciendo caso omiso de la Lugger le iba a poner la jeta para el otro lado al “portero”. Nosotros, que veíamos la escena de un modo panorámico le gritamos ¡QUEDATE QUIETO NEGRO QUE TENES UNO ATRÁS! El negro miró de reojo y vió el caño de la 45 que tenía atrás y recién ahí tomó conciencia de la situación. Aflojó el puño, se puso blanco y largó la bolsa con la guita. Después se acodó al mostrador como quien se toma una con limón y se quedó quietito todo lo que duró el asalto. Al ratito llegó un bodeguero, (hermano del que tenía la fábrica de barriles al fondo de la casa). Era un tipo que apenas pasaba por la puerta de enorme que era. Abrió la puerta, lo recibió el “portero”, que también le comunicó que estaban en un asalto, y el semejante urso con medio cuerpo adentro le dijo tranquilamente: no hay problema, yo vine a depositar cheques no más,  así que vengo dentro de un rato. Y se mandó a mudar. Tuvo que salir el “portero” a la vereda y otra vez usando el método Lugger lo hizo entrar. La cosa se estaba demorando mucho con el consiguiente riesgo de fracaso cuando otro compañero le metió las manos en el bolsillo al gerente, que seguía petrificado y sacó las llaves de la caja fuerte que fue prolijamente desvalijada. En eso estaban cuando el hermano del bodeguero se asoma a la vereda y al ver todo ese panorama, hermano incluido, se mete al taller y da parte a la cana. Una vez hecho el “retiro”, los socios de la fábrica de baldosas salieron como alma que lleva el diablo. Para ellos, hecho el trabajo, la cosa terminó ahí no más.  Al menos en lo referido a la agencia.
En la caja, ceo que por imposición del seguro teníamos un revólver , calibre 38, que por supuesto ni tocábamos. El milico lo sabía y estando todavía enfrente de la agencia y ya pronto para iniciar el raje los muchachos, éste quiso echar mano al arma, pues la reglamentaria ya formaba parte del arsenal de la orga , para salir a enfrentarse con ellos. Automáticamente nos tiramos todos encima del milico que quería salvar en parte el haberse dejado desarmar y lo pusimos contra el piso haciendo una pira humana tal cual hacen los jugadores hoy día cuando se equivocan y meten un gol. Suerte, porque por un lado evitamos un tiroteo que hubiera quizás tornado en tragedia el sainete y porque observándola días después comprobé que tenía el cañón suelto con lo cual de haberla podido usar le hubiera explotado en la mano en el primer tiro. Al tiro cayeron los periodistas. No sé como lo hacen pero cayeron mucho antes que la cana. Nosotros pensamos que eran canas y prestamos declaraciones espontáneas respondiendo todas las preguntas. Recuerdo patente que ante la requisitoria de uno de ellos dije textualmente: “estos no son chorros comunes, son comunistas”. Mi intuición, que rara vez me ha fallado, acertaría otra vez.
Del asalto en sí poco o nada más quizás algún detalle que ha quedado perdido por el paso del tiempo. Sólo recuerdo que el miedo duró varios días a pesar de que la vida siguió su curso normal. Aprendí también como funcionan los medios de comunicación.
 Al otro día nos enteramos leyendo El Diario que con titulares de cabecera de página afirmaba  que los empleados del banco habíamos reconocido a los asaltantes. Mentira total, pero había que vender diarios y eso vendía. ¿La verdad? No les importaba un carajo ni aún sabiendo que con la noticia podían ponernos en algún  riesgo.  No existía todavía la figura del testigo protegido y ellos jugaban irresponsablemente con nuestra seguridad personal. Pasó casi un mes para que los reconociéramos en realidad pero eso ya no era noticia y nadie, excepto la cana se enteró. Después de largas sesiones viendo fotos en los álbumes en jefatura, donde dicho sea de paso encontramos a muchos  amigos de la infancia, un día nos citan a Inteligencia y Enlace y recién ahí pudimos ver los rostros de los “fabricantes de baldosas” decorando una pared. Recuerdo que nos citaron a la noche. Y mientras esperábamos ser atendidos escuchábamos gritos y lamentos al por mayor. Cuando no pudimos con la curiosidad preguntamos al milico a cargo de la guardia que eran esos gritos de dolor evidentemente. Sin mostrar mucha emoción nos contestó: ah, esos, son los que están cantando…. Fue la primera vez que nos topamos con la tortura. Creo que ya andaba haciendo su trabajo Dan Mitrione. Era la primera vez que oíamos torturar a quienes andando el tiempo pude, parafraseando a Viglietti, pude decir y más que decir sentir aquello de “NO DIGO NOMBRE NI SEÑAS, SOLO DIGO COMPAÑERO”….En cuanto a nosotros después de haberlos reconocido, creo que firmamos una declaración y nos fuimos. En ese momento para nosotros terminaba el episodio. Sobre el hecho en sí, queda poco y nada, Algunos hechos derivados que he ido recordando mientras desenterraba de la memoria lo que me pareció principal y sustancial, y que dejaré para mis entretelas para no cansarlos con anécdotas secundarias.
Andando el tiempo, me fuí enterando de cosas que le dieron relevancias insospechadas a este relato casi caricaturesco de un simple asalto a un banco. Lo que sigue es lo que después de años he ido sabiendo por alguna literatura que apareció mucho después de terminada la noche militar y empezara la noche “democrática” en que aún estamos y por terceras personas de modo que de algún modo deslindo mi responsabilidad ya que no tengo la capacidad y el tiempo de comprobar todos esos datos. Exceptuados por supuestos hechos en los cuales he tenido intervención personal.
La investigación del hecho la tomó en sus manos el Comisario Silveira Regalado. Flamante jefe del flamante servicio de Radio Patrulla. La cana lo había becado a EEUU y con los conocimientos allí adquiridos había organizado el servicio. Seguramente en algún programa de cooperación como los que dejó al descubierto años después el ajusticiamiento de Dan  Mitrione.
De trato afable, vino un par de veces a la agencia a tratar de recabar algún dato que hubiera quedado colgado por ahí y que le permitiera algún avance en su investigación. En esos contactos nos dejó entrever, hasta donde le era posible, el carácter de esta organización que nos había pasado por encima, lo cual confirmaba lo que yo había intuido: no eran chorros comunes. Según él, cuando recibió el alerta por el asalto había diagramado donde los componentes de la organización iban a abandonar el auto utilizado. Una llamada anónima, probablemente hecha por estos muchachos, le hizo cambiar el esquema y perdió. Así son los combates de las inteligencias. Siempre según el comisario , iba a esperarlo a una cuadra de donde lo encontraron al coche de marras allá por el Cerro. Enterado de que me apasionaban los fierros, una tarde antes de irse me invitó a ver el baúl de su coche. Era una fiesta. Quedé con la boca abierta. Lo que más recuerdo fue una escopeta 12,70 con caño recortado. La cargaba con cartuchos de 9 perdigones de acero. Una verdadera bazooka de bolsillo. Y un Magnun .357, en aquel momento arma poco común, cargado con una munición especial que usaba la policía de caminos en EEUU, capaz  de meterle un tiro  a un coche en el baúl y partirle el carter del motor. “Su” reglamentaria era un pistola Astra 7,65. Excelente pistola española. Fue la última vez que lo ví. Cayó pocos días después en un enfrentamiento, haciendo un allanamiento en una chacra-refugio de la susodicha organización. Dejamos por aquí la historia de la muerte de Silveira, (tengo dos versiones distintas), y las dos de fuentes medianamente creíbles. Si hay lugar volveré sobre el tema.
El asunto es que el casi payasesco asalto al banco que he descripto antes, mirando retrospectivamente fue la punta de una madeja, al menos para el pueblo uruguayo en su conjunto, que comenzó a desenredarse a la luz del día y cuyo hilo llega hasta hoy con todas sus consecuencias.
A estas alturas, creo no romper ningún código dándole nombre a la organización ya que los hechos que se desarrollaron a partir de ese momento son de dominio público. Más de uno ya habrá caído de que estamos hablando del MLN-TUPAMAROS. Según he leído para esas fechas se estaba preparando una operación de finanzas mucho más grande que el asalto al banco. (Hace apenas unos meses me enteré cual era ese objetivo). La operación era mucho más complicada en su operatoria y exigía muchos medios que debían actuar coordinadamente. Cualquier detalle que se saliera del esquema podía, no sólo hacer fracasar el operativo, sino poner en jaque a la organización misma. La otra operación que se estudiaba era el mucho más modesto y facilongo asalto al banco. Se votó y parece que el monto decidió la votación. La mayoría se inclinó por la grande y difícil. De todas maneras se dió luz verde a la propuesta de la minoría dado lo fácil y los pocos recursos, operativamente hablando, que había que invertir. Y se dio de nuevo el cumplimiento de la ley de Murphy. Falló la grande. No voy a entrar en detalles, ya que hay, para quien le interese el tema donde encontrarlos. El resultado objetivo es que la cana se hace de suficientes datos como para desmantelar toda una organización que trabajosamente se había forjado entre telones. El procedimiento en la chacra donde cae Silveira Regalado formaba parte de la respuesta de las “fuerzas del orden” y que casi acaba con el MLN-T según la fuente consultada. Montón de presos, compañeros caídos en combate abierto ahora, inician un período inédito hasta ahí en nuestra historia. Se instala para quedarse un tiempo la guerrilla, de corte urbana mayoritariamente y bajo las banderas de la liberación nacional. Los pocos que se salvan de la debacle, comienzan un período de reconstrucción también en la penumbra y los fondos que lo permiten son, según esta fuente de donde saco los datos, los obtenidos en aquella pequeña agencia bancaria unos meses antes. La operación chica, la fácil, la por si las moscas. Y ahí está el telar entretejiendo vidas y hechos de una forma apenas susceptible.
 Confirmando de paso la primera ley de la dialéctica: todo forma parte del todo.
Puede que suene a ganzada mayúscula, pero a veces me asalta, viendo hoy donde terminó toda aquella gesta heroica, un sentimiento de culpa. Si aquella famosa escalera hubiera estado ese día en su lugar contra la medianera de la ferretería a lo mejor hubiera cambiado toda la historia del país. Pero la historia no se escribe en condicional leí por ahí. Si mi abuelita no se hubiera muerto,estaría viva.
Dejo para el final que fué de la historia de los cuatro “socios de la fábrica de baldosas” que conocí durante el asalto. Según he ido leyendo aquí y allá, uno de ellos cayó en combate. Otro renunció en una carta abierta a la organización, tiempo después de salir de la cana. Supongo que vió que ya no era la organización por la cual se había jugado el pellejo. Al petiso que me trajo amablemente del fondo juré que si nos cruzábamos alguna vez en la vida le iba a dar de trompadas hasta que se me acalambrara el brazo por el cagazo que me pegó. Y nos cruzamos nomás aunque uds, no lo crean. Había corrido mucha agua bajo los puentes, (y mucha sangre también). Recién salía de la cana y estaba parando en la casa de una hermana en el barrio según supe después. Estábamos en la cabecera de una línea de ómnibus. Cuando subo él ya estaba sentado. Eramos los dos únicos pasajeros. Las cosas habían cambiado bastante. Yo ya militaba en el campo popular, retomando las banderas que ellos tuvieron que arriar en su momento. Estábamos ahora del mismo lado del mostrador. Me olvidé por completo de la sarta de trompadas que le tenía reservada desde aquella época. Quise darle un apretón de manos, un fuerte abrazo. Llamarlo ahora sí sin nombres ni señas… COMPAÑERO, Pero me quedé tan petrificado como el gerente aquella tarde en la agencia. No sé, quizás parte del cagazo se había quedado escondido por ahí todos esos años. Después, el ómnibus arrancó. Se llenó de gente y ya no lo ví más. Si por alguna de esas casualidades llegaras a leer estas líneas, (no hay dos sin tres dicen), te dejo el abrazo que no te dí ese día.
Dante en su Divina Comedia reservó el séptimo círculo del Infierno, el más profundo, para los traidores. Por eso al cuarto “socio” lo dejé para el último. Todavía anda por ahí haciendo gárgaras con el nombre de la organización. Es, o se cree que es, un tipo importante. Para la burguesía seguro, para nosotros, difícil que el chancho chifle. Lo fui a ver a una charla debate que dio acá en Buenos Aires hace ya unos años. En un aparte antes de que comenzara la charla me acerqué y después del saludo le pregunté si se acordaba del asalto al banco tal agencia cual. Me miró sonriendo, quizás recordando lo chaplinesco del hecho,  y me dijo que sí. Solamente le dije entonces: yo también estuve ahí. Después se lo llevaron los organizadores de lo que resultó una lamentable charla donde ni con chicanas pudo zafar de preguntas sencillas acerca de la posición que iba a adoptar el MLN en un gobierno que ni bien empezaba, ya mostraba la hilacha de lo que hoy es: un triste ,(y peligroso), forro de la burguesía.
Y como diría Forrest Gump. Eso es todo lo que tengo para decir del asalto al banco.
Aunque les mentiría si dijera que es lo único. De ese hilito se desflecaron un montón de hilachas que se pueden seguir hasta hoy, y el telar no paró desde entonces. Pero para ver la tela tejida hasta ahora haría falta escribir mi biografía, algo intrascendente y que no interesaría a nadie seguramente. A pesar de que es una cosa que estoy prometiéndome hace más de medio siglo y apenas escribo cuatro o cinco líneas la dejo para después. Y como decía un compañero, después es nunca. De todas maneras,  me niego terminantemente a terminar este relato de algunos de mis recuerdos con esa palabra de tres letras que ya deberían haber sacado del diccionario por soez.

                                                                                 CHE CACHO



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