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martes, 21 de diciembre de 2010

DON DOMINGO TORTORELLI



LAS PRIMERAS ELECCIONES PRESIDENCIALES de la década del cuarenta coincidieron con el pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
En noviembre de 1942, el grueso del electorado estaba acaparado por los dos partidos tradicionales. La creciente intervención armada de Estados Unidos en el conflicto mundial, así como su intrusión diplomático militar cada vez mayor en los países de América Central, generaba reacciones diversas en las tiendas políticas de nuestras tierras, que se evidenciaban en las arengas de los distintos candidatos promulgando el rechazo o la anexión a la doctrina Monroe.
Uruguay, gobernado en las primeras décadas de este siglo por el batllismo, había sostenido tradicionalmente una política panamericanista, apoyada en el ideal de la unión de los intereses de las Américas, que desde un punto de vista práctico mostraba una cierta afinidad con los intereses norteamericanos de entonces
Pero el golpe de Terra había generado divisiones en filas coloradas, resultando la fórmula de Juan José de Amézaga y Alberto Guani la más conveniente para contribuir a la que finalmente sería su victoria por holgado margen.
En el Partido Nacional, la tajante división entre herreristas y blancos independientes encontraba un único frente común en la posición antiimperialista y derechazo a la intervención de Estados Unidos en los asuntos de otros países.
Los sueños de Tortorelli
Canillas de leche en las esquinas, 
carreteras en bajada para ahorrar combustible
jornadas laborales de 15 minutos 
reforma agraria sin exclusiones
eran algunas de las quiméricas propuestas de campaña de un candidato singular que prefería «cortarse solo» a los grandes partidos políticos que le prometían un lugar destacado en sus tiendas. Se autodenominaba pomposamente «el primer demócrata» y fue, a su modo, el primer y último candidato del disparate. (1)
Si bien Tortorelli forma parte del folclore nuestro de cada día, la frescura y la candidez de su memoria sirven para recordarnos que la política—aún en estos tiempos de tecnocracias, estrategias y prudencias propositivas— es la que nace del pueblo y sus inquietudes básicas.
Tortorelli fue un candidato diferente al resto. Al menos sus propuestas eran originales:
- Para evitar que haya pobres durmiendo a la intemperie en un banco de la plaza... techar las plazas!!! (no solucionas la pobreza pero no duermen a la intemperie) 
- Que todos los ciudadanos mayores de edad fueran empleados públicos
- Techar el Estadio Centenario 
- Crear 200 cines municipales gratuitos
- Transformar el Valle Edén de Tacuarembó en una nueva Venecia, inundándolo 
- Implantar el matrimonio obligatorio a partir de los 25 años. 
- Rebajar a la mitad de precio la yerba, el azúcar y el vino
. .. y aún así cosechó dos votos menos que en el 42 (apenas llegó a 38 sufragios). Cabe agregar que su esposa, Anatolia Manrupe de Tortorelli, docente y bastante mayor que él, integraba la fórmula presidencial.
(1) No fue el último candidato del disparate, Uno de ellos lleva la banda presidencial en este momento.
Comparado con el programa progresista de este gobierno el suyo suena a revolucionario.
CHE CACHO
Tomado de http://vagabundosdeldharma-jmt.blogspot.com

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