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miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿POR QUE? - MEMORIAS DE UN PERDEDOR


CAPITULO 22

ACERCA DEL PERONISMO

Estábamos en tiempos de plena euforia peronista. El Viejo había vuelto al país, traído en hombros de la resistencia de sus simpatizantes y después de una larga y penosa resistencia de dieciocho años. Que no había sido gratuita. Cárcel, tortura, muerte y una generación que se había ido forjando en esa lucha, Más sentimental que ideológica. Con un sector del movimiento con la clase obrera como columna vertebral, una juventud con ropaje cuasi marxista que, azuzada hábil y adecuadamente por el Viejo. como le decían a Perón, no vaciló en emprender la lucha armada para traerlo de vuelta, sin percatarse de que el fascista redomado que se escondía  tras el discurso populista y hasta con visos de marxismo se iba a sacar la careta ni bien accediera al gobierno que desembocaría tras su muerte, en la dictadura militar mas abyecta y criminal que se había sufrido hasta entonces en toda la historia de desencuentros y despropósitos que conforman la Historia Argentina, mostrándose  en su real dimensión y vocación fascista. A no creerse que el fascismo abierto en que todavía estamos inmersos lo inauguraron los milicos en el 76. Ellos solo actuaron a cara descubierta habida cuenta del poder que ostentaban quienes los respaldaron, usaron y ahora se rasgan las vestiduras y los condenan por crímenes que ellos como clase les ordenaron cometer para seguir aferrados al poder real. Entre ellos estuvo Perón mal que les pese a quienes hoy, por nostalgia, falta de conciencia o por ambas  siguen considerando al peronismo un movimiento “nacional y popular”. Una de las premisas fundamentales de ese admirador de Hitler y Mussolini y de sus prácticas e ideologías que el adaptó a la idiosincrasia argentina, era que el movimiento obrero era la columna vertebral del movimiento .
En una vuelta ya en camino firme la salida de los militares del gobierno que en ese momento detentaba Lanusse, fui por curiosidad y porque no tenía otra cosa que hacer, a la inauguración de una unidad básica del justicialismo en el barrio de Mataderos, barrio proletario si los hay.  Quería ver de cerca que era ese engendro del peronismo. Ya era un ”clase para si”,  y podía intentar hacer cierto tipo de análisis desde un punto de vista clasista. El orador principal era Otero. Ladero, y alcahuete,  del entonces poderoso Lorenzo Miguel, mandamás a perpetuidad de la Unión Obrera Metalúrgica. Este personaje, Otero,  fue en el posterior gobierno de Perón, Ministro de Trabajo.
Esa  noche en su discurso proselitista aludió al tema del axioma peronista acerca de la función reservada por el líder a la clase obrera. Y comentó que intrigado una vez le había preguntado al General porque la clase obrera era la columna vertebral del movimiento siendo que, la columna vertebral es la que soporta todo el peso del cuerpo y la que recibe las mayores tensiones para que un cuerpo se mantenga de pie. El General le contestó con la fórmula militar: claro, conciso y concreto. El movimiento obrero tiene que ser columna vertebral porque es tan boludo que no puede ser cabeza.
Habían pasado varios años ya desde que había sido dirigente sindical. Muy de base ciertamente, pero dirigente al fin. En esa época no lo tenía claro, pero sin saberlo, ni quererlo por supuesto, había integrado esa masa de boludos y con un grado chiquitito de dirigente como consecuencia de que otros compañeros más boludos habían considerado que tenía algunas condiciones para defenderlos de la clase dominante. No hizo falta mucho tiempo para darme cuenta de que en este sándwich yo era el jamón del medio. Atrapado en una interna peronista sin pertenecer a ningún bando y tomando conciencia inequívoca de que la función que para mi reservaba el sindicato era ser representante patronal frente a los trabajadores y no al revés como marcaba el manual, todo eso reforzado por una amenaza de muerte, cosas que en ese momento político no eran bromas del día de los inocentes, seguí el consejo de mi abuelita ; soldado que dispara sirve para otra guerra. Lo que me permitió seguir participando de otras luchas mucho más coherentes y productivas. Hasta hoy.


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