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lunes, 27 de diciembre de 2010

¿POR QUE? - MEMORIAS DE UN PERDEDOR

CAPITULO 8
APUNTES DE LA ADOLESCENCIA


Terminé el Liceo a los 15 años allá por el año 1958. Año de recambio en la burguesía.  La vocación en ese momento me inclinaba por la Medicina. Soñaba con ir al Africa como médico misionero, (también estaba en mis planes el pastorado), quizás influenciado por la historia del Dr. Scweichzert y su hospital-misión en Lambarené. Ya había empezado la crisis que terminaría años después en el desastre que nos obligó a muchos a disparar en busca de mejores horizontes. El Viejo no podía bancar más mis estudios. Había que atender otros tres gurises de modo que tuve que salir a laburar y estudiar de noche en el IAVA. Encima se había cruzado una novia y atender laburo, iglesia, estudio y novia se hacía muy pesado para mi gusto. Tres o cuatro meses aguanté más o menos bien. Una noche el profesor del laboratorio de física, que había sido profesor en tercero de liceo y con quien teníamos una relación un poco más amplia que la relación alumno profesor, me dijo que todavía era muy joven para meterme en la carrera y me sugirió que dejara un par de años, viviera a pleno mi adolescencia y después, ya más maduro volviera y le diera con todo. Su opinión volcó la balanza y ahí se terminó mi carrera de médico. Nunca más volví. Diversos episodios que se fueron dando torcieron el camino hacia lugares insospechados. La relación con el Viejo se deterioró bastante por un tiempo. Su ilusión de un hijo doctor se desvanecía en el aire. Como si se produjera un efecto dominó también entró en crisis la relación con mi novia, la iglesia,  finalmente el laburo. Yo entré en crisis. Era una crisis de crecimiento según vi después. Pero en ese momento se me vino la noche y perdí el rumbo. Releí en esa época Mi lucha, apareció Nietzsche, Descartes y algún otro que no recuerdo y  quedé boyando entre el nihilismo y el escepticismo. La duda metódica me impulsó a reexaminar todo y cada cosa. Había terminado una etapa y entraba medio a los sopapos al mundo real, sin previo aviso ni preparación alguna. La economía también  hizo lo suyo. Sin laburos estables, sin oficio manual, anduve al garete unos años.
Pero como dice el dicho, no hay mal que dure cien años y la crisis marcó el principio de la adolescencia que nació por efectos de la misma crítica y rebelde, atributos que más tarde irían puliendo la erosión de los acontecimientos.

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