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miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿POR QUE? - MEMORIAS DE UN PERDEDOR


INSIGNIA DE RESERVISTA



ESCUDO DEL ARMA DE INFANTERIA



ESCUADRA DE CABO






CAPITULO 18
LA RESERVA  V (FINAL)

En marzo iniciamos el curso para Sargento, ya elegida el arma en que cada quien participaría. En mi caso caballos y motos son vehículos que me causan profunda aversión. De modo que descarté la caballería a pesar de que dicen que la patria se hizo a caballo. Los artilleros tenían pinta de soretes y además vivían trabajando con sus mapas y tablas de tiro donde había que emplear mucha matemática para alinear los obuses Howitzer 105 y una vez alineados solo podían hacer ¡PUM! con la boca porque en nuestras tremendas Fuerzas Armadas no había munición suficiente y se reservaban para cuando entráramos en algún hipotético combate real contra no sé quien carajo. Muy aburrido para un hombre de acción. Descartada pues la Artillería. Los Ingenieros tenían que hacer construcciones, puentes, defensas, demoliciones, alambradas. Etc. Mucho laburo, pocos tiros. No era para mí gusto. Quedaba la Infantería. La reina de las batallas. La que con su presencia ocupaba territorio y daba sentido a la guerra. La que le veía la cara al enemigo y a tiro limpio combatía. Y me quedé en la infantería por supuesto. Completaba así mi jerarquía. Cabo de Reserva Arma Infantería.
Una de las leyes fundamentales en la milicia es la ley del gallinero.
Así que ni bien pudimos lucir la escuadra de Cabo verdugueábamos a veces a la nueva camada del Curso Común como para que fueran sabiendo lo de la cortesía militar. Al ser medio civiles no revestía entre nosotros la dimensión que tiene entre los cuadros activos. Era más bien en son de joda que nos hacíamos los importantes. Incluso entre los cabos de mi promoción, dentro del cuartel a veces, por pura joda,  hacía pesar mi condición de Cabo de la derecha y los “verdugueaba”. Cosa que desaparecía cuando salíamos del cuartel donde todo era de che y vos y salía a relucir la relación de amistad que habíamos adquirido durante el Curso Común. Esa costumbre la probé bien de cerca cuando pasé por unos meses al servicio activo. Pero eso forma parte de otra historia.
En el curso para sargento entramos a ver otras cosas aparte de lo puramente militar. Teníamos clase de geopolítica, por ejemplo. Allí se nos dijo que los norteamericanos ya tenían conocimiento de prácticamente todas las ubicaciones de reservas petrolíferas en el mundo y que las irían usando por las buenas o por las malas de acuerdo a sus necesidades. Cualquier parecido con la realidad actual no es pura coincidencia.
Nos enteramos también que en Uruguay existía una Ley de Servicio militar obligatorio desde el año 1944 promulgada al calor de la segunda guerra mundial que exigía que nos preparáramos para defender la libertad y la democracia si nuestros hermanos norteamericanos y sus aliados no dieran abasto en algún momento. No sé que suerte habrá corrido esa ley, pero fue la que usaron en el gran conflicto bancario en el cual participé estando en el gobierno Gestido para intentar quebrar al conflicto al menos en la banca oficial militarizando a sus empleados. Sucede que para entrar a trabajar en dependencias estatales tenías que justificar haber hecho el servicio militar de marras. El trámite era simplemente burocrático. Te presentabas en el cuartel más cercano, dabas tus datos personales y en 10 minutos te expedían el certificado de enrolamiento que te habilitaba para entrar como empleado estatal. Lo que la mayoría de la gente no tomaba conciencia era que , ante un conflicto gremial en la empresa estatal donde trabajara el Estado podría legalmente convocarlo al servicio como militar y ahí se acababa la joda pues si no se presentaba se lo consideraba desertor y se lo podía castigar con todo el rigor de la ley militar.
También supimos que numéricamente las FFAA uruguayas contaba en su totalidad con 7.000 efectivos mal pertrechados, mientras que nosotros, los reservistas, mitad civiles, éramos 21.000. Suponiendo una hipótesis de conflicto interno, si apenas la mitad de nosotros hubiera conseguido de alguna forma pertrechos para luchar contra el Estado, esa lucha nos hubiera sido totalmente favorable y no hubiera durado demasiado tiempo.
Esa era una de las razones por las cuales los sucesivos gobiernos habían rechazado la “cooperación” de las fuerzas armadas norteamericanas, que sobre todo después de la experiencia cubana habían ofrecido financiar completamente el servicio militar establecido por ley. Los políticos pueden ser corrupto, ladrones, hijos de puta, pero no son boludos. Un pueblo manejando armas con su correspondiente instrucción y un cachito aunque fuera de conciencia de clase,  es una potencial invitación al desastre.
Un día vino a darnos una charla un capitán que venía de hacer un curso antiguerilla que gracias a la “cooperación” entre los EEUU y los gobiernos “democráticos” de América latina estaban dando en Panamá. Eran cursos muy completos según él al punto que los ejercicios se hacían con munición real. Estuvo más de una hora contando anécdotas entusiasmadoras y al final nos comunicó que , finalizado el curso para sargentos los primeros 10 de acuerdo a las respectivas puntuaciones tenían la oportunidad de hacer ese curso. Semejante zanahoria delante de los burros, (nosotros), no era para despreciar.
Habrían pasado unos tres o cuatro meses de curso cuando se desató un brutal conflicto en UTE. El gobierno no sólo movilizó a los activos sino que, considerando un conflicto severo nos movilizó también a los reservistas.
Me enteré de forma fortuita, tan bien organizados estábamos en el ejército. Una tarde pasé casualmente por la puerta del cuartel, allá en Dante y Pablo de María y veo de guardia en la puerta a un compañero sargento primero que en ese momento hacía el curso para Alférez. Lo saludé y le dije ¿Qué hacés aquí picando guardia un día de semana y a media tarde?. Solo obtuve por respuesta, pasá que estamos movilizados. O sea que pasábamos al servicio activo. Al menos mientras durara la movilización dispuesta por el gobierno.
Cumpliendo la orden entré y me atendió el Jefe de Guardia un Tte. de Reserva. Se fijó en una lista y me dijo: tiene guardia esta noche. Como lo demanda el lenguaje militar, corto, conciso y concreto. De todos modos le pregunté cual era el motivo y me contó que era debido al conflicto en UTE y que debía cumplir la guardia en la Central Batlle, central térmica que proveía energía a Montevideo. Y me puso en un dilema. Cumplir la orden significaba apuntar mi fusil contra un trabajador ,cosa que mi identidad de clase no me permitía. No cumplir la orden significaba desobediencia, algo severamente castigado en la milicia, y a la mierda con mi carrera militar. De seguir, esos antecedentes me seguirían de por vida.  Ninguna de las opciones me gustaban. Traté entonces de zafar por el medio. Tenía una carie en una muela que aparte de dolerme me tenía media cara inflamada. Se lo hice notar al Teniente. Lo único que conseguí fue la misma respuesta: tiene guardia esta noche. El médico dirá si está en condiciones de prestar servicio. Saludé, pegué media vuelta, saludé al compañero que estaba de centinela, y con todo el peso en el alma y la decisión ya tomada no volví nunca más al Centro de Instrucción para Oficiales de Reserva. Mi incipiente carrera militar se había ido por el caño, esta vez para siempre. “Cada  cual tire ande tire, con la concencia por centro” dice don Atahualpa Yupanqui. Y como era buen tirador eso hice. Pesó más mi conciencia que todos mis sueños e ilusiones. No me arrepiento por ello.
Técnicamente me había convertido en desertor, delito pesado si los hay en el ejército. 
Por suerte formaba parte de un ejército pedorro todavía. Creo que ni se dieron por enterado que un Cabo de Reserva había desertado. Lo supe tiempo después cuando entré por un brevísimo tiempo al servicio activo, pues no apareció en mi legajo ni tampoco cuando después, ya en el exilio llegaron varias cartas a la casa de los viejos,  ahora si, comunicándome la movilización a la que había sido convocado a raíz del conflicto bancario que se desató allá por el 69 o el 70. Al que por supuesto tampoco le di pelota.
Y eso fue todo en lo que concierne a mi carrera militar.









                                                                                                

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