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lunes, 27 de diciembre de 2010

¿POR QUE? - MEMORIAS DE UN PERDEDOR


CAPITULO 1

GENERALIDADES - PROPOSITOS

Creo que sobre esas dos humildes palabritas se asienta todo el progreso de la humanidad desde que algún primate del que descendemos según dicen, se cayó del árbol donde se estaba mandando su siesta santiagueña y se puso de pie en la tierra por primera vez. Todos conocemos la etapa de los locos bajitos, al decir de Serrat, donde tomamos conciencia del mundo a que nos han traído y queremos inquirir por un entorno que no entendemos pero dentro del cual queremos irnos ubicando. Para el normal de los pichones de humanos esa etapa dura entre unos meses a un año. Generalmente hasta que se ponen en contexto. Para mi todavía no terminó y creo a estas alturas no terminará. Es más, trato ahora concientemente de que cada día esté más viva, porque la formulación de esa pregunta me lleva constantemente a resolver incógnitas, despejar dudas y avanzar en mi entendimiento del mundo que me rodea y de cual es mi función en el intento de mejorarlo. Y es lo que hago, por supuesto que dentro de las posibilidades que me dan las circunstancias donde se desarrolla mi devenir histórico. Soy conciente de que mi aporte, en el mejor de los casos, es apenas una gota en el océano; pero al decir de alguien, el océano sin esa gota ya no es el mismo. Recordando el episodio del asalto al banco y la trascendencia  que tuvo quizá en la historia del país, trajo aparejado el reflotar  en la memoria de otros episodios en los cuales tuve la ocasión de participar ya como revolucionario del tipo máscara suelta, sin tener como apoyo, o lastre dependiendo del caso, a partido u organización política, al menos de las tradicionales, de las que todos conocemos. Así que me he dispuesto, ahora como tarea para la casa, contar algunos de esos hechos. Descartada totalmente la idea de hacerme cartel y caer en el yoísmo que es uno de los peligros a los cuales estamos expuestos constantemente. Sin falsas modestias, sin falsas humildades, tratando de poner en este papel cibernético del que ahora disponemos simplemente hechos tal como los viví y las vivencias que me produjeron al haber participado en ellos. Seguramente quienes participaron conmigo tendrán sus vivencias que pueden ser distintas y sería ideal que todos los que anduvimos haciendo algo por cambiar la sociedad pudiéramos expresar esas vivencias para completar un cuadro de situación y que los jirones de cuero que hemos dejado por el camino pudieran ser reunidos por los que vienen detrás y hacer con ellos el tapizado de la nueva sociedad que nosotros ya no veremos, pero que conservamos la fé intacta de que vendrá tarde o temprano. De nosotros depende. La historia oficial no nos registra ni lo hará por aquello de que la historia la escriben los que ganan, y eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia. Y de esa verdadera historia es de donde se desprenden todos estos hechos que de no decirlos quedarán ignorados o solo conocidos por el entorno inmediato con un valor apenas anecdótico y no con el real valor que poseen. Tampoco habrá juicios de valor. Dejo esa tarea para quien quiera hacerlos de acuerdo a su leal saber y entender. En un poema que escribí para mis hijos lo expuse: “no sé si lo que hago es bueno o malo, poco o mucho; pero sé que por amor a vos lo hago”. El Che decía que no se concibe a un revolucionario sin amor. Y desde el fondo de la historia Cristo nos tira aquello de que no hay amor más grande del que da la vida por un amigo. Y es ese sentimiento, sin lugar a dudas el mayor que un ser humano puede sentir, el que me ha movido todos estos años de lucha, plagado de derrotas quizás, pero que dejan la sensación del deber cumplido y el haber hecho mi parte como mejor pude. Y que sigo haciendo, pues volviendo a ese gran maestro que fue el Che; para un revolucionario hay dos alternativas: la victoria o la muerte. Por el momento es la alternativa que tengo más cerca pero ¿quién te dice que se dé la otra? La vida no es una ciencia exacta y a veces pega saltos y giros que nadie espera o calcula. De modo que la esperanza es lo que no perdemos nunca.
Componen también esta humilde saga otros recuerdos que cuando se logran ensamblar dan un panorama general del personaje, yo, que se ha ido gestando los últimos sesenta y pico de años con sus cosas buenas y no tan buenas, humano al fin.
Mi humilde vida se puede dividir en dos grandes capítulos donde la bisagra es la toma de conciencia de clase. Hay un antes y un después, aunque el hilo conductor que une a esas dos partes sea el deseo, la vocación oculta, aún en el momento en que no me daba cuenta, de cambiar al mundo que me rodeaba. Lo intenté de varias formas, de las cuales se destacan por su duración, fundamentos y esfuerzo desplegado principalmente dos: 1) a través de la iglesia y la prédica del evangelio y, 2) la acción política propiamente dicha con todos sus aditamentos, sus pro y sus contras. Aparentemente muy disímiles métodos, pero de cada cosa que hice fui rescatando experiencias que me han ido moldeando para una vez asumido mi rol en el mundo llevar adelante la tarea sin atarme a preconceptos y donde aprendí a usar mi cabeza para, equivocado o no, forjar una línea de acción exclusivamente mía. A veces coincide con alguna organización ya estructurada, muchas veces no. Eso me mantiene en estado de coherencia, sólo posible por mi condición de autodidacta, y pensar libremente. Cosa cada vez más rara incluso entre los que se dicen revolucionarios y así lo sienten de buena fe. Para quienes pretenden, siguiendo la odiosa costumbre, etiquetarme y por  lo tanto ponerme límites, soy un quebradero de cabeza pues no encajo en ninguna organización de las conocidas y eso pone nervioso a más de uno que no sabe andar por la vida sin anteojeras partidarias. La clase dominante, que sabe más por vieja que por diabla, usa esa circunstancia para mantenernos convenientemente desunidos. Única forma de asegurarse la dominación. Todos los explotados sabemos, porque  nos duele en carne propia, los perjuicios que nos causa la explotación. Pero si conseguimos sentarnos alrededor de una mesa a discutir como nos sacudimos el yugo, aparecen cien formas distintas de hacerlo y no nos ponemos ni por joda de acuerdo en el como hacerlo y todo termina en una trifulca mayúscula de donde salen cien soluciones que cada uno intentará poner en práctica por su lado convencido de que su forma es la única, con lo que tiene de antemano un fracaso asegurado.
Esta ha sido mi experiencia en los últimos cuarenta años y por lo que veo se sigue en ese camino. Conque la burguesía, si no cae por el propio descalabro que lleva implícito su sistema tiene asegurada una larga vida todavía.
El pueblo, sin que nadie sea capaz de mostrarle el camino y su lugar en la lucha de clases, seguirá adormecido y se irá tras las zanahorias delante del burro que le ofrece una clase que cuenta con la coherencia que le ha dado los muchos años de historia y sus resultados favorables. Y se dará el lujo inclusive de ayudar a crear nuevas vanguardias indiscutibles de la clase obrera, verdaderas izquierdas, más izquierdas que las otras izquierdas que están a la izquierda de otras tantas izquierdas. Hasta podrá darse el lujo, (ya lo está haciendo a plena luz del día), de prestarles por un rato el gobierno a algunas de esas izquierdas para mantener, sin el desgaste que producen los hechos, el control de la sociedad y seguir extrayendo ganancias, que es su fin supremo en la historia.
Fin del prólogo. Su finalidad primordial ha sido tratar de darle a quien llegue a tener la paciencia de leer estas líneas, darle una idea aunque no sea más que aproximada de quien soy y que caminos he trillado y sigo trillando. No es la pretensión escribir una biografía. Para eso se necesita saber hacerlo y eso implica saber describir con algún orden hechos y vivencias que guarden un orden al menos cronológico y dicha forma de orden no es una de mis virtudes. Mi idea es ir volcando hechos, experiencias vividas a medida de que las vaya recordando y la idea subyacente es tratar de sembrar alguna conciencia.


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