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jueves, 6 de enero de 2011

¿POR QUE? - MEMORIAS DE UN PERDEDOR


CAPITULO 29

LOS ABUELOS (1)

En las civilizaciones bien organizadas, los ancianos eran la parte medular. Eran el reservorio de experiencia con la cual contaba el grupo para vivir y desarrollarse. La sabiduría que emanaba de esa experiencia de vida era ley no escrita que todos respetaban.
Nuestra moderna y “avanzada” civilización destruyó todo ese andamiaje que en muchas maneras la hizo posible. Hoy los viejos somos una carga social, y terminamos siendo un estorbo, material descartable, como todos los que hemos salido del circuito productivo sin distinciones de edad, pero que seguimos consumiendo por que de ello depende que sigamos vivos.
Este desbarajuste se trasmite en gran medida del ámbito social al familiar. Esta etapa transicional de nuestra civilización lo impone. Quien no produce está destinado a desaparecer, sin importar la edad, o a arrastrar sus últimos años, en el caso de los viejos, después de haber dejado su esfuerzo en construir a esta sociedad que hoy lo excluye, en medio de la miseria.
Otras modificaciones sociales, tales como la cada vez más frecuente maternidad adolescente, han bajado la edad de los abuelos y hoy ser bisabuelos a los 50 o 60 años es cada vez más normal. Los exilios, las migraciones masivas que han desmembrado familias enteras, también han influido en que se haya desdibujado y hasta perdido la figura del abuelo que los de mi generación conocimos. Y ahí andan por el  mundo millones de seres humanos con ese hueco en sus vidas que ya no podrán llenar.
Desgraciadamente todo lo que vamos ganando en tecnología, lo perdemos en humanidad y de seguir por este rumbo nos convertiremos en androides orgánicos y muchos añorarán nuestra época arbórea.
Tuve la suerte de conocer a mis abuelos y disfrutarlos como tales. Aunque mis abuelos paternos murieron cuando yo era muy chico todavía guardo de ellos varios recuerdos. Otro fue el caso de mis abuelos maternos que perduraron más en el tiempo y me dejaron más cosas, pero el detalle de esas vivencias merecen un capítulo aparte.

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