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domingo, 9 de enero de 2011

¿POR QUE? - MEMORIAS DE UN PERDEDOR



CAPITULO 32

LOS ABUELOS (4)


Si como dijo alguien la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, parafraseándolo podíamos decir que la historia de nuestra familia es la historia de los quilombos y desencuentros que nos han acompañado hasta hoy y parece ser que como lo que se hereda no se roba, la cosa se ha instituido como cuestión familiar. Si estuviéramos en la edad media, donde cada familia tenía su escudo, sus rasgos distintivos, en el nuestro figuraría seguro el signo del despelote familiar, si es que existe en la heráldica tal signo. Dicho esto sin ánimos de abrir juicios de valor ni de poner las cosas en términos de buenos y malos y mucho menos de iniciar otro quilombo a los que ya tuvimos, tenemos y, albergo la esperanza de que no, tendrán nuestros descendientes. Es lo que se me ocurre al mirar ahora un poco más detalladamente y con la perspectiva que dan los años los recuerdos que voy desempolvando y detallando siempre según las vivencias que me han dejado. Y quiero recalcarlo por las dudas. Las vivencias son personales y no sería para nada extraño que los mismos actores de esta mezcla de tragedia griega, comedia y a veces sainete en que resulta la vida en general de los seres humanos, ante un mismo hecho tuvieran otras vivencias. Cada quien habla de la procesión, según le va en ella dice el dicho popular y eso no es malo. El día que se consagre la unidad en la diversidad, la historia no sólo de la familia, sino la de los pueblos del mundo será completamente distinta. Pero, como diría un presidente, como te digo una cosa, te digo la otra. Nos queremos  por encima de dimes y diretes y al final eso es lo que cuenta.
Todo esto viene a cuento por la diferencia en las relaciones  entre mis abuelos paternos y los maternos. Creo, que en el fondo subyacía una cuestión de Montescos y Capuletos, las dos familias de la obra de Shakespeare que causó la tragedia de Romeo y Julieta en la famosa obra de teatro. Y que sumado a la temprana desaparición del abuelo Juan y la abuela María, dejó ese hueco y la distancia que ya no podemos llenar.
Muy otra fue la historia de los abuelos maternos, de aquí en más Tata y Mama, como los bautizamos desde chicos. Criollos por al menos dos o tres generaciones, hicieron de nosotros el mestizaje que comparte la mayoría del pueblo uruguayo, donde no falta la mezcla de la herencia europea con los atributos autóctonos de los naturales del país. Además tenemos la ventaja de tener entre nosotros alguien que es parte de toda estas historias, La Tía Perusa, en adelante la Tía, que puede, no sólo rellenar los huecos de nuestra memoria sino ajustarla con sus aportes.
En el libro Raíces el autor pudo rescatar innumerables datos del pasado de toda la familia que lo llevó hasta la aldea natal de Kunta Kinte, la primera víctima de la esclavitud que situó a la familia en EEUU, gracias a las viejas Tías, que atesoraron en sus mentes datos trasmitidos oralmente por los miembros desaparecidos de esa cadena cuyos primeros eslabones estaban, casi dos siglos atrás en el Africa.
No es pretensión de estos relatos anecdóticos reconstruir a ese nivel el árbol genealógico, pero puede ser de mucha ayuda las precisiones de alguien que. como la Tía puede ser una parte viva de los mismos. Nos une  más de medio siglo de vida, compartiendo cosas de modo que su ayuda puede ser invalorable en esta parte del relato de mis recuerdos. Historias armadas con recuerdos propios, relatos de la Vieja y de los abuelos directamente. Y que trataré de pasarlos lo más objetivamente que pueda, porque a diferencia de los recuerdos infantiles exclusivamente que guardo de los otros abuelos, estos abarcan desde mi primera infancia hasta bien entrada la adultez al punto de que yo ya era abuelo cuando Mama nos dejó. Para no hacerlo demasiado largo, dejo para la próxima entrega ya el detalle de los recuerdos después de esta breve descripción del contexto de  donde y como se desarrollaron.  

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