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domingo, 2 de enero de 2011

¿POR QUE? - MEMORIAS DE UN PERDEDOR

CAPITULO 24

EL DELEGADO (1)

Eran tiempos políticamente revueltos los setenta. La burguesía, con militares y todo se estaba viendo desbordada por los cuatro costados y los elementos clasistas, (trabajadores, estudiantes, pequeña burguesía), despuntaban como amenazas serias para el sistema. Los militares no habían podido ser muro de contención frente a los avances populares. Con un muy buen criterio estratégico, decidieron hacer lo aconsejable en estos casos. Una retirada táctica hecha en forma ordenada y que preservaba intactas las fuerzas y les ganaba el tiempo que hacía falta para preparar adecuadamente y con tranquilidad el próximo golpe. Un par de siglos en el poder, aunados a su conciencia de clase, les permitía esos movimientos tácticos, sabedores de su capacidad de planear con mucha más anticipación que las fuerzas de la clase explotada su accionar a futuro. El pueblo, en general, era un malón variopinto sin una dirección centralizada y salvo algunos pocos elementos , (“clase para si”), no pasaba de ser un gigante dando palazos de ciego. Cuando alguno de  esos palazos dieron en el blanco y empezaron a doler, los burgueses se dieron cuenta que había que variar la táctica y así lo hicieron. La premisa seguía siendo, (aún hoy lo es), dividir para reinar; que, usado convenientemente, se convierte en saber dividir es reinar.
Había un solo personaje con el suficiente peso específico para realizar la tarea: Juan Domingo Perón. Tan burgués como ellos, pero que había sabido conquistar a la clase trabajadora con su discurso y accionar populista y que como buen fascista era el único que podía “arbitrar” entre las dos clases en conflicto estableciendo un aparente equilibrio entre ellas. Creando la ilusión en la clase obrera de haber derrotado a su enemigo de clase, para, logrando su desmovilización, darle tiempo y oxígeno a la lumpenburguesía criolla a reorganizarse y conservar el poder relativo, ya que el poder real era ejercido desde fuera de fronteras por el imperio. Parafraseando la canción dedicada a Fidel, “ Y en eso llegó Perón; llegó el General y mandó a parar.” Solo que el General mandó a parar la lucha popular, poniéndole límites potables para la lumpenburguesía y desviando hacia vías muertas cualquier intento de cambiar las relaciones de fuerza entre ambas clases. El peronismo, esa mochila de cemento que aún cargamos en nuestras sufridas espaldas, tenía esa misión y bajo el mando de su Hitler, perdón, de su líder, cumplió acabadamente la tarea. Hasta hoy, 40 años después, y vaya uno a saber por cuanto tiempo más.  En ese contexto, que he detallado sintéticamente y lo más simplemente posible, (aunque no era tan simple la situación pero cuando menos da una idea general), es que me convierto, casi sin quererlo y de la noche a la mañana en dirigente gremial.
Después de mucho penar, logré conseguir la documentación argentina que me convertía en inmigrante legal y me permitía asimismo trabajar dentro de esa legalidad. A la vez que me permitía planear con alguna certeza el progresar económicamente y brindarle a mi familia un pasar digno. Había conseguido un empleo temporal, que después se convirtió en efectivo por casi cinco años, como empleado administrativo en una industria líder en aquel entonces dentro del rubro alimentación. Recalé en la sección Costos de Producción donde por mi afición a los números y cálculos estaba en mi salsa. Al punto que a los pocos meses ya había ascendido un escalón en el escalafón de cinco que componía la carrera administrativa. Estaba por subir otro escalón cuando (cuatro años más tarde), surgió mi elección como delegado. Y eso es otra historia que, de no haber tenido un compañero que me avisó a tiempo, hubiera podido terminar con todas mis historias. Aunque Ud. no lo crea.

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