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lunes, 10 de enero de 2011

¿POR QUE? - MEMORIAS DE UN PERDEDOR

LOS CAMPANELLI
 CAPITULO 34

LOS ABUELOS (6)


Trotsky, en un extraordinario folleto que tituló PROBLEMAS DE LA VIDA, no encontré todavía un trosco que lo conozca siquiera de nombre, analizando la situación de la familia rusa en los principios de la revolución anota que ésta, por presión de las nuevas condiciones que se iban instaurando en la incipiente sociedad soviética, (fue escrito alrededor de 1924), la describe diciendo que se deshace como astillas al viento.
Volviendo al relato se puede decir que eso pasó un domingo en el patio de casa a la hora del almuerzo, y sin quererlo fui el motivo circunstancial del terrible despelote que se armó ese día.
No recuerdo exactamente pero me parece recordar que  un novio que tenía la Tía, adolescente por esos entonces, me había regalado un conejo. Si no es así y alguien lo recuerda mejor puede corregirme. Yo amaba a mi mascota. Pero al Viejo no se le ocurrió mejor idea que cambiar su composición química natural y convertirla en estofado. La relación de fuerzas me era totalmente desfavorable y al no poder oponer resistencia adecuadamente, allá marchó el conejo a la olla. Todo fue bien hasta que nos sentamos a la mesa. Pintaba para ser un domingo más pasado en familia. Hasta que se sirvió la comida. Yo no había podido evitar el sacrificio de mi mascota, pero quise hacer uso de mi derecho a no comérmela. El viejo estaba sentado a la cabecera de la mesa y a su derecha, firme en mi determinación de no ser cómplice del conejicidio cometido, quien les relata la escena. Y empezó el tira y afloje. El Viejo: come Cachito; yo, más terco que una mula, mirando al piso en franca rebeldía. La escena se repitió dos o tres veces calcada. Para ese entonces no se oía ni la respiración de los otros comensales expectantes al final de la pulseada. El Viejo no aceptaba ni por joda que un gurí de tres o cuatro años vulnerara su autoridad. Ya a nadie le importaba el famoso conejo. Todos esperaban el desenlace de mi rebeldía contra la autoridad del Viejo. Era ni más ni menos  lo que estaba en entredicho y no era una cosa menor. Y terminó tal como era previsible. Me cayó encima la represión. Sigue pasando cuando uno se empecina en hacer valer sus derechos. No recuerdo exactamente la forma. No sé si fue un cachote o si me sacó de la mesa y me chicoteó el culo de una palmada; para el caso poco importa. De alguna forma tenía que hacerme saber quien mandaba. Yo, como el título del blog. Rebelde con causa. Iba camino a comerme la viava. Que no llegó porque la mesa, al impulso de Tata y mis tíos, voló a la mierda, estofado de conejo incluido. El patio se convirtió en un ring tipo Titanes en el Ring, donde volaban piñas, casi todas en dirección al Viejo, que en inferioridad numérica las ligaba casi todas. No recuerdo tampoco quien me sacó de entre medio del remolino que se armó. Fueron unos minutos de caos. Lástima que la tecnología no nos permitía registrarlos en video todavía. Hubiera sido un éxito en Facebook o en you tube. Tata y los tíos salieron por el pasillo que iba hasta la calle urgidos por las mujeres, pues el Viejo quiso ir hasta la casa del otro abuelo, su padre, donde también estaba el hermano,(120 kilos), que quedaba a la vuelta a buscar refuerzos, y conociendo la tradición dellepereana, la cosa pudo  haber terminado mucho peor. Todo no pasó de algún ojo negro , algunos moretones y algunas susceptibilidades heridas. Viéndolo ahora, 60 y pico de años después, tranquilamente sentado en la computadora relatando la tremolina, me causa hasta gracia y me arranca alguna sonrisa el espectáculo boxistico. Una profesora de historia que tuve en tercero de liceo, que fue la que me hizo amar la materia que odiaba profundamente, analizando las diferentes guerras que íbamos viendo, (parece que el leiv motiv de la historia ha sido siempre la guerra), nos enseñaba a diferenciar claramente lo que llamaba las causas circunstanciales de las causas reales, que son las que en general no se dicen en los textos de historia. Hasta hoy.  En este corto tramo de la Historia Universal que trata de un estofado de conejo, y la guerra que se armó a partir de ese estofado, el conejo y mi terquedad eran las causas circunstanciales. Las reales las conocí ya de grande cuando alguno de los actores de esta batalla ya no estaban para corroborarlo. Ni siquiera fue por defenderme de la viava, que en cierta forma me había ganado, sino lo que  estalló en realidad era bronca acumulada que permanecía en estado de equilibrio precario a la espera de que surgiera algún hecho que “justificara” el estallido. El estofado y mi terquedad conformaron ese hecho que todos, en alguna medida, hacia un tiempo estaban esperando.
Volviendo a la definición muy gráfica de Trotsky, la familia voló como astillas en el viento. No por motivos sociales, políticos o económicos tal cual lo describió el maestro en su tratado, aunque hilando fino algo habían tenido que ver estos factores.
Hubo de correr mucha agua debajo de los puentes, penurias y vicisitudes al por mayor, para que algunas de aquellas astillas volvieran a formar parte del árbol familiar. El tiempo, que cura heridas se encargaría de ello. Y al contrario de los finales de los cuentos infantiles, en la vida no existen los colorín colorado. De modo que este cuento no se ha acabado. Ni mucho menos.





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